Plan cóndor protegido por el águila imperial
Por: Fritz Suárez Silva
Comenzó el juicio por los crímenes del Plan
Cóndor y contra los responsables de perseguir y eliminar a opositores
en siete dictaduras latinoamericanas en cooperación con la Casa Blanca,
que de nuevo quedará en la impunidad.
Por primera vez, la justicia
latinoamericana juzgará en conjunto a los responsables del Plan Cóndor,
la cooperación entre las dictaduras de Argentina, Bolivia, Brasil,
Chile, Paraguay, Perú y Uruguay con Estados Unidos, para perseguir y
eliminar opositores en las décadas del 70 y 80.
De lo que se trata, es de que hasta
ahora solo se habían sentenciado a los culpables de cuatro de los
cientos de víctimas de esa operación.
En ese juicio se analizará en Buenos
Aires la desaparición de 106 personas, la mayoría uruguayos, pero
también un peruano, chilenos, paraguayos, bolivianos y argentinos; entre
los 25 acusados figuran dos exdictadores argentinos, Jorge Videla
(1976-1981) y Reynaldo Bignone (1982-1983), junto a un extranjero, el
exmilitar uruguayo Manuel Cordero.
En el proceso se conocerán detalles
sobre la decisiva participación de los Estados Unidos con la llamada
Operación Cóndor, en un juicio que durará por lo menos dos años, según
calculan los magistrados que integran el tribunal oral federal que se ha
encargado del caso.
Casi 500 testigos del cono sur americano
participarán en una causa iniciada en los años 90, cuando regían las
amnistías en Argentina, porque los casos del Plan Cóndor habían quedado
excluidos de ellas, pero ahora se conocerá muchos más de los terroristas
de las administraciones norteamericanas.
Desde octubre de 1975, se gestó esa
coordinación represiva entre las dictaduras del Cono Sur y que significó
la creación de una “oficina de coordinación y seguridad”, que funcionó
en las décadas del 70 y el 80 e integrada por los servicios de
inteligencia y organismos de seguridad de varios países sudamericanos
con la finalidad de enfrentar la acción de la guerrilla usando métodos
de represión ilegal.
Fuentes a las que DISCREPANDO tiene
acceso, aseguran que el Plan Cóndor formó parte de la instauración de la
Doctrina de Seguridad Nacional en América Latina cobijada por los
Estados Unidos para compartir información obtenida por los respectivos
servicios de inteligencia.
Tenían también como finalidad eliminar
la actividad armada de las guerrillas comunistas; vigilar las fronteras
para evitar que quienes estaban perseguidos pudieran exiliarse en los
países vecinos; formar cuadros de las fuerzas de seguridad para operar
en toda Latinoamérica o en otras partes del mundo.
De tal manera, cuando Washington no
había inventado el concepto de terrorismo para intervenir en cualquier
parte del mundo, ya se ocupaba de adiestrar terroristas para detectar
opositores, secuestrarlos, torturarlos; y luchar para mantener en las
sociedades la vigencia de valores que llamaba occidentales, humanistas y cristianos.
Los opositores políticos -militantes
sociales, religiosos, profesionales, docentes, trabajadores y
estudiantes- eran detenidos en cualquier país. El seguimiento y
secuestro estuvo a cargo de grupos de policías, militares de civil,
paramilitares que se trasladaban en vehículos sin identificación;
recorrían los barrios, las ciudades, los pueblos, buscando guerrilleros y
activistas.
Una vez secuestrados, eran llevados a
prisiones clandestinas, donde policías, militares y/o paramilitares
realizaban operaciones para obtener información: tortura física y
psicológica, ah y no eran terroristas.
Según documentación obtenida en los
propios Estados Unidos, el Organismo Coordinador de Operaciones
Antisubversivas de Uruguay y uno de sus líderes, el comisario Hugo
Campos Hermida, desarrollaron operaciones de inteligencia de manera
sistemática en Argentina desde junio de 1976. Este señor había sido
entrenado por la Oficina de Seguridad Pública de Estados Unidos,
departamento vinculado a la CIA y que tenía a Dan Mitrione como director
en Uruguay.
Dan Mitrione actuó como asesor de
seguridad de los Estados Unidos en Latinoamérica y antes de trabajar en
Uruguay, lo hizo en Brasil donde entrenaba a la policía en la aplicación
de técnicas de tortura para lo cual utilizaba como conejillo de indias a
vagabundos a quienes nadie reclamaría. Inventó una la silla para
choques eléctricos, bautizada por la policía brasileña como la Silla del
Dragón además de que desarrolló una técnica para producir la
disociación entre el cuerpo del detenido y su mente, utilizando una
descarga eléctrica precisa en un lugar vulnerable del ser humano; generó
un método para lograr la rendición y sumisión de los detenidos y
conseguir la información solicitada y todavía no se hablaba de Ben
Laden.
Pero digo más, los documentos del
Departamento de Estado estadounidense, implican al ex-secretario de
Estado, Henry Kissinger, y a otros altos funcionarios en la represión
llevada a cabo en América Latina.
Dicen también y no son mentiras mías,
que mucha documentación muestra los fluidos intercambios entre la
embajada de Estados Unidos en Buenos Aires y el Departamento de Estado
en Washington.
Escritos que dan cuenta de que las
administraciones estadounidenses de Ford, Carter y Reagan, estaban
informadas y conectados con la represión que se estaba llevando a cabo
en Argentina y que, pese a reclamos formales en defensa de los derechos
humanos, consideraban el plan de exterminio que se estaba llevando a
cabo en Latinoamérica como indispensable para defender los intereses
económicos y políticos de los Estados Unidos y sus colaboradores
locales.
De tal manera, estamos hablando de un Cóndor que voló protegido por el Águila Imperial… Y Así las Cosas.
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