Por: Pedro Díaz Arcia
En vísperas del Bicentenario de la
Independencia en Venezuela, en abril de 2010, el Instituto George W.
Bush y la organización estadounidense Freedom House convocaron a un
encuentro de “activistas por la libertad y los derechos humanos” y
expertos en Internet de numerosos países para coordinar estrategias de
guerra cibernética contra Venezuela, Cuba, Irán, Rusia, China, y Siria,
utilizando el denominado “movimiento global de ciberdisidentes”.
En la cita participó el Departamento de
Estado norteamericano. Desde entonces se han sucedido los encuentros de
especialistas en las llamadas “guerras de colores” y en la lucha contra
todo lo que huela a desaprobación del sistema capitalista.
El Pentágono ya había considerado -en el
año 2003- la guerra cibernética como el próximo campo de batalla a
dominar por Washington. Y en 2010, creó un Comando Cibernético para
ajustar las políticas y acciones de Estados Unidos a través de Internet.
El director de Inteligencia del Cibercomando, contralmirante Samuel
Cox, declaró que Estados Unidos puede recurrir a ciberataques para
“neutralizar al enemigo”, según información de Ria Novosti.
En los últimos años, siguiendo el patrón
desarrollado contra Libia y Siria, la Agencia del Desarrollo
Internacional de Estados Unidos (USAID) y la Fundación Nacional para la
Democracia (NED) han financiado talleres de capacitación en el uso de
las nuevas tecnologías con el fin de difundir falsas informaciones que
tergiversen la realidad interna de Venezuela, promuevan acciones
desestabilizadoras y fortalezcan a los partidos y movimientos de
oposición para crear un caos social que conduzca a una guerra civil y
abra las puertas a una intervención militar extranjera. Se calcula que
más de 7 millones ya utilizaban Internet en el año 2009.
Estados Unidos ha gastado más de cien
millones de dólares en el financiamiento de los grupos opositores con el
pretendido propósito de recuperar un enclave geopolítico de especial
interés por sus enormes reservas petroleras y su incuestionable influjo
político en la región, por lo que no ha vacilado en apoyar la campaña de
descrédito contra el electo presidente Nicolás Maduro.
El pueblo sudamericano sufre diariamente
el rosario de falsedades, llamados a la desobediencia civil y a la
violencia de parte del ex candidato opositor Henrique “Caprichito”
Capriles y sus seguidores, muchos de los cuales responden directamente a
la CIA. Recientemente, han sido capturados verdaderos rufianes,
supuestamente estudiantes opositores que, movilizados por dinero, han
participado en actos de sabotaje y agresiones contra los seguidores del
gobierno. No faltó un general en retiro, que envuelto en las revueltas
del 15 de abril fue captado infraganti, organizando y dirigiendo a
“hordas fascistas” en medio de actos de violencia.
Mientras Maduro puso en ejecución el
denominado “Gobierno de calle” para que su equipo ministerial y otros
dirigentes contacten directamente con el pueblo para abordar sus
problemas más acuciantes y resolverlos; Capriles mantiene un discurso
visceral, demagógico, y de absoluta irresponsabilidad. Este jueves el ex
candidato derrotado en los comicios del 14 de abril anunció que no
participará en la ampliación de la auditoría de verificación de 46 por
ciento de las cajas restantes, sino que impugnará los resultados
electorales ante el Tribunal Supremo de Justicia (que considera
parcializado con el chavismo) en espera de una nueva elección.
Más allá del bullicio opositor que se
regodea en las redes sociales, para beneplácito de la Casa Blanca, la
lucha sigue en Venezuela contra el golpismo y por la construcción de una
nueva sociedad que recoja y hagan realidad los sueños de sus históricos
redentores.
Fuente: Blog Discrepando
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