Por: Pedro Díaz Arcia
Los objetivos estratégicos de las grandes potencias occidentales se ocultan tras la verborrea de la lucha por la libertad de naciones con enormes reservas de petróleo, entre otras riquezas naturales.
Los objetivos estratégicos de las grandes potencias occidentales se ocultan tras la verborrea de la lucha por la libertad de naciones con enormes reservas de petróleo, entre otras riquezas naturales.
El presidente estadounidense, Barack
Obama, aseguró el viernes que el supuesto uso de armas químicas por
parte del régimen de Bashar al-Assad podría implicar una operación
militar por parte de Estados Unidos. Aunque agregó que estaba a la
espera de que las “evaluaciones de inteligencia” confirmaran o no el
acierto. Fuentes que, como se sabe, responden a las voces de mando de
Washington.
Pero se imponen algunas interrogantes:
¿Quiénes dictan esas “reglas del juego”? ¿Qué potencia o grupo de
potencias establecen las normas, determinan cuándo son violadas, y
cuáles los castigos que deben sufrir por la herejía?
Obama está sometido a una fuerte presión
por parte de legisladores republicanos que lo incitan a organizar una
fuerza internacional que intervenga militarmente en la nación árabe y
“controle” su arsenal de armas químicas. Los servicios de espionaje de
Reino Unido alegan contar con evidencias sobre la existencia de estas
armas; es decir, se incrementa la campaña mediática que pudiera
justificar ante la opinión pública futuras acciones injerencistas de
mayor envergadura.
No hay que olvidar que Siria, cuya
población es un mosaico de etnias, se encuentra en la ribera oriental
del mar Mediterráneo y comparte fronteras con Israel, Líbano, Jordania,
Irak y Turquía.
El pretexto de que Irak poseía armas de
destrucción masiva fue una estratagema de los servicios de inteligencia
norteamericanos para desatar en 2003 una guerra devastadora contra el
país mesopotámico, de cuyas consecuencias aún no se ha recuperado.
¿Motivos? ¡La inmensa riqueza de su subsuelo y su envidiable ubicación
geográfica!
La ocupación militar de Irak abrió las
puertas a las grandes transnacionales para “reconstruir” lo destruido,
abrir los grifos del petróleo para Occidente y saquear el patrimonio de
la nación. A diez años de la ocupación, el enviado de la ONU en Bagdad,
Martin Kobler, advirtió este sábado que el país se encuentra en una
encrucijada y marcha “hacia lo desconocido” si no se toman medidas
cruciales e inmediatas para detener la creciente ola de violencia.
Es posible que el signo incierto que aún
marca la flamante Primavera Árabe frene un tanto las apetencias de
algunas potencias europeas que, en medio de una brutal crisis en el
área, teman embarcarse en costosas operaciones militares tras los pasos
de Estados Unidos.
Pero no hay que perder de vista que con
el dominio de la tríada integrada por Afganistán, Irak y Libia, sólo le
faltaría al Pentágono y sus aliados contar con los territorios de Irán y
Siria para fortalecer una línea de control económico y geopolítico en
el escenario de la región.
Ante la escalada imperial de Occidente
en la Península Coreana y el Medio Oriente, entre otras regiones de
innegable prioridad para sus objetivos a largo plazo, los respectivos
gobiernos de Rusia y China no deben vacilar a la hora de levantar la
mano en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y oponerse con el
veto al reino de la fuerza sobre el destino de naciones soberanas e
independientes.
La fatídica política de “dejar hacer”
seguida por algunos gobiernos en las décadas del treinta y cuarenta del
siglo pasado -para intentar “apaciguar” la bestialidad del nazifascismo-
condujo a la Segunda Guerra Mundial.
¡Es que la ambición de poder, como la envidia, come y come y no se llena!
Fuente: Blog Discrepancias
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